miércoles, 19 de junio de 2013

Capítulo X.- Historia de un maestro

-Bueno, ¿qué tal el primer día? Te veo bastante entero –me dijo Paula con una sonrisa en la boca nada más verme entrar en la sala de profesores.
-Bastante no, enterísimo. Estoy para otra ya –le contesté echando una leve carcajada.
-Ya te dije que tenías un buen grupo. Sacando a Pablo que es un caso perdido el resto es una clase ejemplar.

Me limité a corresponderle con una pequeña sonrisa, pero en el fondo comencé a pensar que con pensamientos así era normal que el niño estuviera un poco descontrolado. Se lleva mucho el pensar que cuando un niño no quiere estudiar no hay nada que hacer con él. A lo mejor es así, pero un profesor nunca puede pensar eso. En el momento en el que un profesor piense que tiene un caso perdido en clase es el momento en el que ese niño no va a volver a estudiar, porque es el momento en el que el profesor va a dejar de prestarle atención al considerar que por mucho que haga no va a encontrar solución. Repito, a lo mejor es así, pero un profesor nunca puede pensar eso. No puede echar la culpa de nada a un niño, aunque a lo mejor la tenga. Tiene que tener la capacidad suficiente para mentalizarse de que algo se ha hecho mal para que ese niño esté en esas condiciones y averiguar el qué, y una vez averiguado esto empezar a trabajar por ahí. Pero no se puede abandonar a un niño de Primaria porque se considere que es un caso perdido. Pues bien, cada vez estaba más seguro de que eso es lo que se había hecho con Pablo. Y lo digo porque antes de ser profesor he sido alumno, y durante toda mi época de estudiante he tenido compañeros que tenían designado el pupitre de la esquina trasera de la clase para que pudiesen dormir tranquilos allí y no molestaran a nadie. Evidentemente yo de aquellas no tenía la capacidad crítica que tengo ahora, y allí todos veíamos normal esa acción. A día de hoy si veo eso no me quedaría callado.

-¿Quieres tomar un café por la tarde? –me propuso Paula en un acto que sinceramente no esperaba.
-Sí, claro –acepté sin pensarlo mucho-. Dime una hora y un sitio y allí estaré. ¿Me tengo que poner guapo o algo? –le dije de broma.
-No, así estás bien. Quedamos aquí a las 7, luego vamos dando un paseo hacia la zona del café.
-Perfecto pues. Aquí estaré a las 7. Espero puntualidad, que sé que las mujeres no sois muy dadas a esas cosas –le solté riéndome.
-Tranquilo, yo soy una chica puntual.

En ningún momento me tomé esa propuesta como una cita. La verdad es que no pensé mucho en porqué me había propuesto ir a tomar ese café los dos solos, pero puedo decir que nunca pensé en eso, en una cita. Principalmente por dos motivos. El primero es que no sabía tampoco mucho de la vida personal de Paula. Cierto es que hablábamos bastante y teníamos confianza pero a nivel íntimo sabía poco, entonces pues era algo raro. Y el segundo motivo es que de las pocas cosas que sabía una era que tenía novio desde hacía 2 años, así que obviamente sería un café entre compañeros de trabajo con derecho a amigos.

2 comentarios:

  1. UNA VEZ AVERIGUADO EL MOTIVO Y SABIENDO QUE LA SOLUCIÓN PASA POR UNA DEDICACIÓN QUE NO CUBRE EL PRESUPUESTO (SE LO LLEVÓ BARCENAS, URDANGARIN, ETC.)EL CASO PASA POR EL ABANDONO Y MENOS MAL; LOS JODIDOS ESPARTANOS TIRABAN POR UN ACANTILADO A LOS QUE NO VALÍAN PARA LA GUERRA, EN VEZ DE DARLES CLASES DE APOYO O PISTOLAS NUEVAS

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    1. Vivimos en un mundo donde lo mejor es hacer lo fácil, y sino lo más barato.

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