lunes, 20 de abril de 2015

Londres IV - El principio del fin

Según mi currículo soy Dios como camarero. En realidad me río yo de las acusaciones a Juan Carlos Monedero sobre el supuesto falseo del suyo. Quizás por ello, por ser un farsante y pese a no haber cogido una bandeja en mi vida, obtuve el trabajo en este restaurante brasileño a principios de enero.

Al principio muy bien, de hecho la primera semana fue inmejorable logrando tirar dos cervezas por encima de dos clientes, como bien os cuento en el último y anterior capítulo http://micuriosocaso.blogspot.co.uk/2015/01/londres-iii-caipirinha-de-fresa-y.html. A partir de ese momento ya estaba más tranquilo, desde ese día las cosas sólo podían ir a mejor, como finalmente fue, ya que no he vuelto a tirar ninguna otra bebida sobre ningún otro cliente.

El manager/jefe del restaurante, pese a que yo ya había entendido que las bebidas no se tiraban encima de los clientes, me seguía riñendo en casi cada paso que daba, lo cual no me parecía mal al principio ya que, sabiendo que estaba ante mi primera experiencia como camarero en un restaurante con muchos clientes, podía llegar a entender que mi trabajo pudiese desesperar hasta el punto de perder las formas a la hora de corregirme diversas acciones.

Pero el tiempo pasa, comienzo a aprender un poco cómo funciona el restaurante y su oficio, y me empiezo a dar cuenta de que quizás no todos sus reproches sean injustificados pero sí la mayoría de las formas que utiliza para realizarlos. Formas que producen un estado de ansiedad en el trabajo que son, a su vez, magnificadas debido a la facilidad que sé que tiene el manager para despedir a la gente.

En un momento dado llega el primer enfrentamiento. Una mesa de cinco personas, que yo había abierto, se queja, tras recibir la cuenta de manos del manager, de que en ella aparecen ni más ni menos que diez menús, es decir, el doble de los que deberían de aparecer. Aparecían cinco menús en el momento en el que se abrió la mesa y, posteriormente, otros cinco menús que se habían añadido más tarde. El manager se dirige a mí como un loco, a pocos metros de dicha mesa, acusándome de no saber contar y de no importarme absolutamente nada del restaurante. A lo que yo, sabedor de que no había añadido otros cinco menús a esa mesa, le reté que me demostrase que había sido yo el que lo había hecho, algo que podía comprobar en el ordenador ya que aparece quién efectúa cada pedido. No lo comprobó, ni se le pasó por la cabeza comprobarlo. Una vez solucionado el problema, la mesa, que había seguido atentamente la discusión, me dice que me acerque y, diciéndome que no me preocupe, me pasa por debajo de la mesa, como quien pasa droga, cinco libras de propina.

Pero pronto llegaría un nuevo enfrentamiento, esta vez producido por la marcha de una mesa de mi sección sin haber efectuado su correspondiente pago. Yo, que me encontraba solo en mi sección sirviendo bebidas, llevando platos a la cocina y abriendo mesas, me entero de que una mesa de mi sección se ha marchado sin pagar cuando el supervisor de camareros me dice que se lo han comunicado por radio y que es mi culpa. A lo cual respondo que si el manager tiene algún problema que me llame, cosa que, obviamente, hizo.

-Yo así no puedo trabajar -me dice el manager cuando aparezco.
-Yo tampoco, estando solo en una sección con veinte mesas yo tampoco puedo trabajar.
-Pero es que no estás solo -me responde-. Es cierto que en el papel que distribuye a los camareros por secciones pone que estás solo, pero en realidad todos os ayudáis entre todos y yo también os ayudo.
-Entonces, si todo es de todos, ¿por qué me llamas a mí solo aquí? Llama a todo el mundo.
-Una mesa se ha marchado porque no prestas atención.
-No es un problema de atención, es un problema de que no puedo atender a todas las mesas a la vez y de que si retiro platos de una mesa para llevarlos a la cocina pierdo de vista durante ese tiempo a mi sección.
-O sea, ¿una mesa se marcha sin pagar y tú me dices que no es un problema de atención? -me pregunta.
-Efectivamente, te digo que no es un problema de atención, que es un problema de cantidad. Y además, la gente que está aquí en la puerta delante del ordenador que muestra qué mesas pagaron y qué mesas no pagaron, la submanager y la general manager, ¿qué función tienen además de no hacer nada?
-Mira, yo no tengo nada más que decir. Vete a tabajar -me responde.

Una hora después me mandan para el piso de arriba y el manager me recibe.

-Estás en la sección uno. La mesa 104 es posible que se quiera marchar sin pagar. Estás avisado, así que estate atento, no te lo voy a volver a repetir -me dice de forma borde.
-Pero atento quién, ¿yo,o todos incluido tú? -le contesté con el enfado que aún me duraba de antes.
-No, todos.
-Vale.

Las semanas pasaron, su tono a la hora de recriminar las cosas seguía intacto y entonces llegó el día. El 17 de abril, a las 16:00, reunión de toda la plantilla del restaurante. Llegó el día y llegó el show. 

2 comentarios:

  1. ¡Bienvenido al mundo bloggero nuevamente, Antón!
    Menudo lío el de trabajar para personas que piensan más con la billetera que con la cabeza.
    Ahora me he quedado con ganas de saber cómo sigue.
    No te vayas sin cruzarle la cara de un puñetazo, que no se la lleve gratis si te echa.

    Un abrazo y nos estamos leyendo.

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    1. Gracias, como siempre, por pasarte por mi blog Elliott.

      No voy a pegarle a nadie haga lo que haga, pero tampoco me voy a callar ante nadie.

      Un abrazo y un placer.

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