domingo, 7 de julio de 2013

Capítulo XVII.- Historia de un maestro

Diez segundos fueron suficientes desde que se marchó Miguel para que Paula, extrañada por tanto grito, entrase por la puerta.

-¿Pero qué has hecho? Se os escuchaban los gritos desde el otro lado del edificio.
-Se le escucharía a él, porque yo poco dije la verdad –le contesté mientras recogía el abrigo del armario.
-¿Pero se puede saber qué liaste?
-Nada Paula, de verdad. Nada que no vaya a volver a hacer mañana, pasado mañana, la semana que viene, y todo el año. Si no me echan antes, claro.
-Ah, bien, me parece perfecto que ahora le vayas a plantar cara –me respondió con un claro sarcasmo-. ¿Pero de verdad te vas a enfrentar a tu jefe? O sea, acabas de llegar, llevas menos de una semana trabajando aquí, pero tú te vas a enfrentar a él. Carlos, en serio, pensé que eras más listo.
-Pero vamos a ver, si lo único que hice fue sacarlos del aula, dar una clase al aire libre, con ejemplos reales y no mostrando los dibujos que aparecen en los libros, dibujos aún por encima mal hechos.
-Si a mí eso me parece muy bien, ¿pero tú no te das cuenta de que es tu jefe Carlos? Si no quiere que los niños estén fuera pues no los sacas y punto. No le lleves la contraria porque no te conviene, no ganas absolutamente nada.
-Tú tranquila que sé lo que hago –le dije con una sonrisa mientras me disponía a abandonar el aula.
-Pues yo creo que no tienes ni idea, pero bueno, si necesitas mi ayuda dímelo.
-Lo haré, pero lo dicho, que está todo bien. Aún así gracias por preocuparte.
-Te acepto las gracias si me invitas a un café por la tarde –esperó una respuesta y, viendo que su propuesta me había pillado por sorpresa, continuó-. De hecho te toca, ahora tienes que elegir tú un sitio.


La miré y, para no mostrar un excesivo interés en ese café, ya que si lo hiciese parecería un desesperado, resoplé, y mostrando un esfuerzo que no era tal le dije que vale, que la invitaba.

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