-Vale, pues vamos a jugar al
fútbol. Si podemos hacer lo que queramos… -propuso Pablo sabiendo ya que su
petición iba a ser denegada.
-¿Te gusta el fútbol? –le
pregunté.
-Bueno, pues algo más de ti que
sé. Por ahora ya sé que te gusta el fútbol y que te gusta mucho tu mesa –le
contesté en tono bromista para intentar relajar el grado de tensión al que
había sometido a la clase el día anterior-. A mí también me gusta, así que ya
tendremos en su momento debates futbolísticos.
-¿Y de qué equipo eres?
-Del Sporting Cacerolas, el cual
no va muy bien en la liga, entonces mejor dejamos el tema –consideré que lo
mejor era cortar el tema del fútbol porque, si continuaba con él, dejaba al
resto de la clase como meros espectadores, y eso lo quería evitar-. Bueno, como
vamos a estar juntos todo este año yo creo que nos deberíamos de presentar un
poco cada uno. Qué nos gusta hacer y ese tipo de cosas. Debido a que he sido yo
el que ha propuesto esta actividad pues me veo obligado a empezarla, pero como
no sé lo que realmente os interesa de mi vida pues os dejo a vosotros hacer las
preguntas.
-A ver, en serio, ¿de qué equipo
eres? –saltó de nuevo Pablo en un intento desesperado por saber cuál era mi
club preferido.
-Del Sporting Cacerolas, ya te
lo dije antes –le repetí riéndome-. Venga, siguiente pregunta. Y Pablo, tú ya
no vales que llevas dos, cierto es que fue la misma, pero dos. Así que vamos,
otra.
-Boh –soltó Pablo a modo de
queja.
-¿Cuántos años tienes? –me
preguntó un niño que se llamaba Lucas y que estaba sentado al lado de Pablo.
-22.
-¿Sólo? Si parece que tienes 30.
¿Mi primo es mayor que tú entonces? –volvió a intervenir Pablo para dejar ver
que seguía ahí.
-Sí, sólo. Y gracias por echarme
casi 10 años más, un detalle. Sobre si tu primo es mayor que yo o no pues
sinceramente no lo sé, no lo conozco, pero lo que sí te puedo decir es que si
tiene más de 22 años es mayor que yo, si tiene menos es menor –le respondí
sarcásticamente, tono que estaba empezando a usar en casi todas las respuestas
hacia Pablo.
-¿Tienes novia? –preguntó una
niña llamada Marta situada por el medio de la clase.
-No.
-Joder, qué pringao –dijo Pablo
reapareciendo en escena.
-Y luego, ¿tú tienes?
-No, pero yo tengo 12 años, no
22.
-Pues te diré algo, y escucha
bien porque te será útil. Cuando yo tenía 12 años tampoco tenía novia, pero
tenía algo que tú no tienes. ¿Sabes el qué? Educación, saber estar, no tener la
necesidad de demostrar cada 2 minutos que seguía en clase, y otras muchas cosas
que a ti te faltan. Pero tranquilo, tienes un año por delante para adquirirlas.
Así que hoy por hoy, yo, con tu edad, era superior a ti. Por lo tanto si sigues
igual llegarás a mi edad continuando siendo inferior a mí, sí, al que acabas de
llamar pringao. A ver cómo te llaman a ti entonces.
No tardé mucho en darme cuenta
de que la había vuelto a cagar. Dos días, y dos cagadas. Iba en un buen
promedio. A cagada por día. Es lo que pasa cuando pones a gente sin formación a
trabajar, que la cagan. Pero yo tenía algo que desgraciadamente le falta a la
mayoría de los docentes. A mí me importaban los niños. Dejaría mi trabajo si
considerase que otra persona lo fuese a hacer mejor que yo, pero sinceramente
no lo creía. Yo estaba aprendiendo a pasos agigantados. En dos días había
aprendido más que en 4 años de carrera.
La verdad es que considero que
no me equivoqué diciéndole lo que le dije a Pablo, pero sí en dónde se lo dije.
No debería de haberle dicho eso delante de toda la clase.
En cuanto al discurso en sí, la
verdad es que no me arrepiento. Estaba trabajando para enderezarlo, y debido al
tiempo perdido en años anteriores pues me tocaba ser drástico. Entendí que
Pablo era una persona competitiva actitudinalmente hablando. Quería ser siempre
el mejor en cuanto a la actitud. El problema es que tenía los conceptos de
actitud buena y actitud mala un tanto nublados. Y con 12 años, él, como tantos
otros, consideraba que el mejor es el que llama la atención en clase, el que
contesta al profesor, el gracioso… Y yo estaba ahí para hacerle ver que no, que
yendo por ahí acabaría siendo inferior, y como él competía por ser superior
pues entendí que por ahí le podría llegar a entrar. Y si salía mal pues bueno,
aún era el segundo día, me quedaba todo el año por delante.
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