No quieres saber la respuesta pero preguntas. No
quieres hablarle pero le hablas. No quieres hacer ochenta mil cosas pero las haces. No
quieres, no quieres, no quieres. Pero haces, haces, haces.
¿Eres imbécil? Aléjate, escapa, huye de todo
aquello que no quieres tener cerca pero no eres capaz de evitar. Aléjate,
escapa, huye de todo aquello que no quieres hacer pero que tu parte irracional
te lleva a hacerlo, provocando unas consecuencias en ti que tú sabías que iba a
provocar pero que aún así no lograste esquivar.
Uno no siempre puede ser racional, uno no siempre
tiene la capacidad de pensar todo lo que hace, uno no siempre controla todo lo
que hace. Uno no controla la totalidad del tiempo. Hay momentos que, por muy
frío, inteligente y racional que seas, no controlas. A veces duran más estos
momentos y a veces duran menos. Depende de tu estado de ánimo en ese instante.
Pero sea cual sea tu estado de ánimo, esos momentos de irracionalidad nunca
duran mucho tiempo, pero si no estás lo suficientemente alejado de todo eso que
no quieres hacer, es tiempo suficiente para que lo hagas.
Aléjate, escapa, huye. Ahora que puedes, ahora que
está imperando tu parte racional, ahora que tienes el control sobre las cosas,
ahora, y no luego, es cuando puedes crear las bases de tu felicidad. Crea
espacio alejándote y obstáculos para que te cueste acercarte. Crea, de verdad.
Sé fuerte y crea. O más bien sé list@. De nada vale considerarte inteligente si
luego no actúas como tal en momentos en los cuales teóricamente tu parte
racional está actuando. En esos momentos es donde tienes que darlo todo. Donde
te vas a demostrar quién eres. A ti, no a mí, ni a ninguna otra persona. A ti.
Aléjate, escapa, huye. Pero no sin sentido. Las
cosas hechas sin sentido son las cosas que hace la gente sin capacidad. Tú eres
inteligente. Escapa del punto al que no quieres volver, aléjate creando una
distancia suficiente para que cuando el momento irracional te llegue, que te va
a llegar, sea un momento insuficiente en cuanto a tiempo para la distancia que
tienes que recorrer hasta llegar al punto al que no querías llegar.
Que no dé tiempo. Que mientras estás recorriendo
el camino de vuelta a ese punto maldito, que lo has hecho largo de cojones y
con montañas más altas que el Everest, tu parte racional vuelva a coger el
control y grite “mierda!”, pero a la
vez pienses “soy jodidamente inteligente
habiendo creado este espacio, que ha sido suficiente para que no haya llegado a
ese punto al cual yo no quiero volver”, y te vuelves a alejar. Porque lo
sabes que no quieres, porque en el momento en el cual una emoción intensa no te
está presionando, es el momento en el cual tú, persona inteligente, puedes
pensar y decidir en función de un pensamiento no presionado por ninguna
emoción.
No es fácil, pero intenta reconocer cuando estás
entrando en un momento en el cual un estado de ánimo te está influyendo en un
pensamiento, o en el interés de realizar una acción, y en ese momento intenta
recordar qué pensabas sobre todo ello cuando no existía dicha influencia. Y
prométete que siempre, pase lo que pase, vas a hacer caso a lo que pensabas sin
esa influencia. Porque lo sabes, sabes que era ahí cuando tenías la capacidad
de ser racional y de distinguir qué es lo que te viene bien y qué es lo que te
viene mal. Tu parte racional sabe qué es lo que te viene bien y tú quieres
estar bien. No es fácil, lo sé, pero en la vida no es tan importante ser fuerte
como sentirse fuerte. Tanto si crees que puedes, como si crees que no, estás en
lo cierto.
Moi boa, Anton!!
ResponderEliminarAaayy...si pudiéramos establecer en los momentos de lucidez, esa distancia irrecorrible en todos esos momentos de cierta locura...
"Si ya sabes lo que tienes que hacer y no lo haces entonces estás peor que antes".
ResponderEliminarMuchas veces sabemos lo que debemos hacer pero hacemos lo contrario.