-¿Y qué me cuentas? ¿Controlaste
bien a la clase el primer día? –dijo Paula intentando sacar tema de conversación.
-Sí, la tengo dominada –le
contesté medio en broma medio en serio-. ¿Tú qué tal con los pequeños?
-Pues bien. La verdad es que es
mucho más fácil que con los mayores. Al menos para mí.
Lo cierto es que cuando no
conoces a una persona en teoría es cuando más preguntas tienes para hacerle,
pero en la práctica no sabes qué preguntarle. No sabes si tienes derecho a
sacar ciertos temas y al final siempre se acaba hablando del trabajo o cosas
así. Yo hablo del trabajo cuando tengo algo que contar, y en ese momento
consideraba que no tenía nada interesante que decir, así que se produjo un silencio
que me vi obligado a romper.
-Bueno, y la vida bien, ¿no?
–típica pregunta que utilizo cuando no sé qué decir y que en ocasiones me saca
de situaciones embarazosas.
-Sí, no me quejo. Tengo 28 años,
trabajo en lo que me gusta, estoy independizada, y tengo novio desde hace dos
años y medio. La verdad es que poco más puedo pedir. ¿Y tú qué?
-Pues yo para seguir tu esquema
te diré que tengo 22 años, trabajo en algo que creo que me gusta pero que aún
no tengo experiencia suficiente para confirmártelo, que vivo con mis padres, y
que no tengo novia. Pero bueno, que no me quejo tampoco.
-¿Te puedo preguntar desde cuándo
no tienes novia? –me dijo ella con rostro de saber que se estaba tirando a la
piscina porque ya le estábamos dando un toque de seriedad a la conversación.
-Sí mujer. Tú preguntar puedes
preguntar lo que quieras, otra cosa es que yo te conteste todo lo que tú me
preguntes. Pero bueno, te diré que desde hace un año.
-¿Y qué pasó?
-Discrepancias de las cuales no
quiero hablar ni aquí ni ahora la verdad –le contesté instintivamente, de forma
borde, cortando de raíz el tema.
-Vale vale, tranquilo –me dijo
Paula con una sonrisa en la boca, aunque posiblemente algo cortada por mi
contestación.
Poco tiempo más tarde, y después
de continuar con una conversación tensa debido a mi respuesta, Paula dijo que
se iba.
-En fin, me voy a ir que quedé
con Rubén, mi novio, a las nueve, y son las ocho y media.
Posiblemente ella no hubiese
quedado con nadie. No lo sé. El caso es que entendí que la conversación desde
mi bordería había cogido un grado de tensión que resultaba poco agradable
continuar. Es posible que mi respuesta la pudiese haber hecho de otra manera,
pero me salió así.
Al final la “cita” no es que
fuese un éxito rotundo la verdad, pero bueno, ya tendría ocasión de arreglarlo
en otro momento.
Nos despedimos con un “hasta
mañana” y se acabó. Cada uno por un lado. Llegué a mi casa, cené, vi esa serie
absurda que echan en la tele y que mi madre piensa que me gusta, me acosté, y
no le di muchas más vueltas al asunto. Al día siguiente tenía clase.
No hay comentarios:
Publicar un comentario