Mientras se estaban organizando
yo me senté en la mesa del profesor y coloqué la decena de libros que había
tirado encima con anterioridad y que habían quedado un tanto demacrados. Cuando
terminé, pasados unos tres minutos, levanté la cabeza y los vi a todos en sus
nuevos puestos hablando con el compañero que tenían al lado. Me levanté, me
situé delante de la primera fila, y comencé a hablar.
-Bien, ahora que ya estáis todos
sentados, los de la primera fila que se levanten y se cambien al completo con
la última, que pasará a ser la primera. El motivo es porque no me gustan los
empollones –cuatro años de carrera esperando para hacer eso.
Cuando eres profesor y te toca
un grupo que no conoces tienes que hacer todo lo posible para conocerlo lo
antes que puedas, y dejar que se sienten donde quieran es una de las mejores
maneras. Los buenos estudiantes y que además nunca llevan la contraria al
profesor son los que siempre se sientan delante, los que se sientan por el
medio suelen ser un término medio que contiene estudiantes de todo tipo pero
sin extremismos, y los que se sientan en la última fila son los que además de
suspender te van a hacer la clase imposible. Así que yo, desde el primer momento, tenía localizados a los diferentes grupos que había en clase sólo diciendo que
se sentaran donde quisieran. Teniendo en cuenta que los buenos estudiantes lo
van a seguir siendo se sienten donde se sienten, pues no se verían perjudicados
sentándose atrás. En cambio los cafres aún tenían solución, o al menos yo iba a
intentar que así fuera, por lo tanto que se sentaran delante en un principio.
Todo esto era temporal, no creía
en una rigidez posicional durante todo un curso. Con el paso del tiempo los
iría moviendo según sus necesidades en cada momento.
Los de la primera fila ya
estaban emprendiendo el camino hacia el final sin presentar ningún tipo de
problema cuando un niño de la última se empezó a quejar.
-No es justo, nos dijiste que
nos podíamos sentar donde quisiéramos. Yo no me quiero poner en las mesas de
delante, yo quiero sentarme en esta –dijo de pie un individuo con el pelo de
punta que parecía el cabecilla de la manada.
Comencé a andar hacia él, me
paré delante de su mesa, la cogí, la llevé a primera fila, la coloqué en el
lugar de otra, hice la misma maniobra con la silla, y una vez que acabé me
volví a dirigir a él.
-Pues hala, venga, siéntate en
la tuya. ¿Alguno más está enamorado de su mesa y quiere que se cambie con él de
sitio? Podemos hacerlo, son móviles.
Ninguno más juró amor eterno a
su mesa y acabaron todos sentados donde debían. Les dije que hasta nueva orden
se sentaran en esos sitios todos los días, y cuando terminé de transmitir este
mandato comencé a pasar lista.
Pasar lista es un procedimiento
un tanto inútil a medida que el curso va pasando, ya que ahorras tiempo
preguntando simplemente si falta alguien en vez de nombrar uno por uno cada uno
de los niños del aula, pero bueno, la primera vez es un instrumento muy útil
que te permite analizar de forma individual a cada niño, y créeme cuando te
digo que cuando pasas lista por primera vez te encuentras con unos personajes
que es para presentarlos a la sociedad.
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