Enchufes, todo en esta vida se
consigue mediante enchufes, o lo que es lo mismo, buenos contactos. Si tienes
buena relación con alguna persona que mueva hilos entonces tendrás la vida
solucionada.
Hay quien en un ataque de
moralidad extrema te dirá que quiere conseguir las cosas por méritos propios. Pero
lo siento, yo no. Yo la moralidad y lo éticamente correcto me lo paso por donde
quieras tú imaginar. A mí me parece muy bien que la gente crea en un mundo de
alegría, color, amor y paz. Pero no es así, y cuanto antes se den cuenta de cómo
funciona esto y lo asuman, antes serán felices.
Si puedo conseguir las cosas
cortadas mejor que cortarlas yo, y si me lo dan masticado entonces se avecina
felicidad en mi vida. Todo lo que me beneficie y que sea legal lo recibo con
los brazos abiertos.
Me he pasado los últimos años de
mi vida prácticamente sin hacer nada, lo cual no es cierto si lo valoramos
teóricamente. El caso es que los últimos cuatro años de mi vida estuve estudiando
magisterio, y quien esté informado un poco sobre el tema sabrá que, siendo
suave, no es una carrera del todo exigente. Que digo yo, ¿qué cultura del
esfuerzo voy a inculcar a mis alumnos si me he sacado una carrera rascándome la
barriga durante cuatro años? Esto dicho en el ambiente universitario no queda
bien, e incluso la gente lo recrimina. Pero, como vais viendo y veréis, yo no
digo lo que es políticamente correcto o lo que debería de decir para quedar
bien. Digo lo que pienso a la vez que pienso lo que digo, y la carrera de
magisterio es el hazmerreír de las carreras, lo cual es, bajo mi punto de vista,
un error bestial del sistema. La educación es parte vital del desarrollo de una
sociedad y se está dejando en manos de gente como yo, gente dispuesta a entrar
a trabajar en ella siendo consciente de no haber recibido la formación
adecuada.
Pero volvamos al principio, los enchufes.
Si me he pasado los cuatro últimos años de mi vida sin hacer nada no iba a
empezar a hacer algo ahora que había perdido la práctica. Tenía la opción de
estudiar para las oposiciones y conseguir así una plaza fija como funcionario
en un centro público escolar, o bien tirar de agenda y hacerme con el número de
teléfono del dueño de un colegio privado de mi misma ciudad. Entre estudiar veinticinco
temas, y entrar a trabajar saltándome ese agónico esfuerzo, creo es obvio por
lo que opté.
Nunca fui muy partidario de los
enchufes mientras era estudiante. De hecho siempre he dicho que ese sistema no
está bien, que hay que valorar las aptitudes, los conocimientos, y blablabla.
Pero una vez acabada la carrera hice un esfuerzo y me autoconvencí de lo
contrario. Por beneficio personal más que nada. Es más, estoy tan convencido de
ello que a mí, actualmente, el hecho de practicar el enchufe y contratar a tus
amigos me parece el mejor sistema que hay, de hecho a la gente que le molesta
es a la gente que no tiene amigos, y si no tienen amigos algo habrán hecho, por
lo tanto no son unas personas válidas, luego entonces no pueden trabajar. Y una
vez acabada la carrera ese era mi razonamiento que me libraría de todo problema
de conciencia.
Pues bien, una vez que hablé con
mi contacto éste me mandó pasar una entrevista ante el director del centro. Me
la tomé a broma, ¿cómo me iba a decir el director que no me contrataba si
conocía a su jefe, el dueño del centro?
Cuando llegó el día me presenté
en el colegio con el chándal del Barça. Mi vestimenta decía mucho de lo en
serio que me tomaba ese mero trámite. Mi lema era “si conoces a alguien importante
no te preocupes, tienes un buen futuro delante”, y yo conocía a alguien
importante.
El caso es que la cosa no fue
como yo pensaba, no sentaron bien mis formas de presentarme a la entrevista, y
las preguntas de la misma se convirtieron en un interrogatorio tenso, exigente
e intensivo.
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