lunes, 8 de julio de 2013

Capítulo XVIII.- Historia de un maestro

-No es bueno tomar tanto café –le insinué una vez sentados y después de haber pedido la consumición al camarero.
-Tampoco tomar tanto Colacao –me contestó intentando devolverme el golpe-. Pero bueno, no quiero hablar de eso. Quiero que me contestes a la pregunta que te hice justo antes de entrar aquí y que me dijiste que me contestarías una vez sentados.
-¿El porqué te traje otra vez a esta cafetería?
-Sí, te tocaba elegir sitio y eliges el mismo que elegí yo el otro día, ¿por qué? –preguntó riéndose.
-Pues… porque soy de los que piensan que las cosas que suceden en un sitio, si se puede, se deben de solucionar en ese sitio, y la última vez que estuvimos aquí no salimos muy bien.
-¿Por qué? ¿Qué pasó? No me acuerdo.
-A ver, no fue nada grave –le respondí-, pero el otro día me preguntaste por qué lo había dejado con mi novia, o algo así, y yo te respondí un tanto borde diciéndote que no quería hablar del tema. Y eso, que mi tono no fue el acertado.
-Boh, no pasa nada hombre. Mira la importancia que le di que ni me acordaba. Yo te pregunté, si me lo querías contar bien y sino también. En serio, que no me lo tomé a mal.
-Mejor entonces –le contesté aliviado-. Bueno, ¿y con tu novio qué tal? Por no hablar siempre del trabajo digo.
-Ah, o sea, que yo a ti no te puedo preguntar por tu ex pero tú sí puedes preguntarme por mi novio –me dijo en tono bromista.
-No, no. No nos confundamos –le repliqué riéndome-. Tú me puedes preguntar, de hecho lo hiciste, otra cosa es que yo te conteste, que no lo hice. Puedes hacer lo mismo, si no quieres contestar no contestes.
-Nah, nunca tuve secretos. Me va bien, estoy contenta. Y tú qué, ¿no tienes nada por ahí?
-Que va, soy muy feo. ¿No querías saber por qué me dejó mi novia? Pues ya lo sabes, por feo –le confesé con una leve carcajada.
-Qué pasa, ¿se fue con otro más guapo que tú? -dijo preocupándose de nuevo por el tema, eso sí, con una sonrisa.
-Veo que te interesa realmente el tema.
-Es que soy mucho de ver programas del corazón, y claro, no es lo mismo por la tele que en persona.
-Es decir, que te da morbo la vida sentimental de la gente y, en estos momentos, concretamente la mía.
-Efectivamente –me confirmó con una risa pícara.
-Bueno, pues… ¿quieres que te la cuente?
-Sí, claro.

-Pues acábate el café y vamos a dar una vuelta, que la historia quizás sea algo larga y voy a acabar con el culo plano.

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