martes, 9 de diciembre de 2014

Aléjate, escapa, huye.

No quieres saber la respuesta pero preguntas. No quieres hablarle pero le hablas. No quieres  hacer ochenta mil cosas pero las haces. No quieres, no quieres, no quieres. Pero haces, haces, haces.


¿Eres imbécil? Aléjate, escapa, huye de todo aquello que no quieres tener cerca pero no eres capaz de evitar. Aléjate, escapa, huye de todo aquello que no quieres hacer pero que tu parte irracional te lleva a hacerlo, provocando unas consecuencias en ti que tú sabías que iba a provocar pero que aún así no lograste esquivar.

Uno no siempre puede ser racional, uno no siempre tiene la capacidad de pensar todo lo que hace, uno no siempre controla todo lo que hace. Uno no controla la totalidad del tiempo. Hay momentos que, por muy frío, inteligente y racional que seas, no controlas. A veces duran más estos momentos y a veces duran menos. Depende de tu estado de ánimo en ese instante. Pero sea cual sea tu estado de ánimo, esos momentos de irracionalidad nunca duran mucho tiempo, pero si no estás lo suficientemente alejado de todo eso que no quieres hacer, es tiempo suficiente para que lo hagas.

Aléjate, escapa, huye. Ahora que puedes, ahora que está imperando tu parte racional, ahora que tienes el control sobre las cosas, ahora, y no luego, es cuando puedes crear las bases de tu felicidad. Crea espacio alejándote y obstáculos para que te cueste acercarte. Crea, de verdad. Sé fuerte y crea. O más bien sé list@. De nada vale considerarte inteligente si luego no actúas como tal en momentos en los cuales teóricamente tu parte racional está actuando. En esos momentos es donde tienes que darlo todo. Donde te vas a demostrar quién eres. A ti, no a mí, ni a ninguna otra persona. A ti.

Aléjate, escapa, huye. Pero no sin sentido. Las cosas hechas sin sentido son las cosas que hace la gente sin capacidad. Tú eres inteligente. Escapa del punto al que no quieres volver, aléjate creando una distancia suficiente para que cuando el momento irracional te llegue, que te va a llegar, sea un momento insuficiente en cuanto a tiempo para la distancia que tienes que recorrer hasta llegar al punto al que no querías llegar.

Que no dé tiempo. Que mientras estás recorriendo el camino de vuelta a ese punto maldito, que lo has hecho largo de cojones y con montañas más altas que el Everest, tu parte racional vuelva a coger el control y grite “mierda!”, pero a la vez pienses “soy jodidamente inteligente habiendo creado este espacio, que ha sido suficiente para que no haya llegado a ese punto al cual yo no quiero volver”, y te vuelves a alejar. Porque lo sabes que no quieres, porque en el momento en el cual una emoción intensa no te está presionando, es el momento en el cual tú, persona inteligente, puedes pensar y decidir en función de un pensamiento no presionado por ninguna emoción.

No es fácil, pero intenta reconocer cuando estás entrando en un momento en el cual un estado de ánimo te está influyendo en un pensamiento, o en el interés de realizar una acción, y en ese momento intenta recordar qué pensabas sobre todo ello cuando no existía dicha influencia. Y prométete que siempre, pase lo que pase, vas a hacer caso a lo que pensabas sin esa influencia. Porque lo sabes, sabes que era ahí cuando tenías la capacidad de ser racional y de distinguir qué es lo que te viene bien y qué es lo que te viene mal. Tu parte racional sabe qué es lo que te viene bien y tú quieres estar bien. No es fácil, lo sé, pero en la vida no es tan importante ser fuerte como sentirse fuerte. Tanto si crees que puedes, como si crees que no, estás en lo cierto.

2 comentarios:

  1. Moi boa, Anton!!
    Aaayy...si pudiéramos establecer en los momentos de lucidez, esa distancia irrecorrible en todos esos momentos de cierta locura...

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  2. "Si ya sabes lo que tienes que hacer y no lo haces entonces estás peor que antes".

    Muchas veces sabemos lo que debemos hacer pero hacemos lo contrario.

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