jueves, 8 de noviembre de 2012

Perugia V - Equitación de mesa

Tenemos montada una mesa de ping-pong en la cocina.

Ha llovido mucho en Perugia desde el capítulo IV. Ha venido también un periodo corto de frío que parece que quiere volver ahora. Y se ha cambiado la hora produciendo un anochecer a las 5 de la tarde. Todo eso y más ha sucedido aquí desde la última entrada. Estaría bien terminar aquí este episodio pero por respeto al lector voy a intentar indagar en el más del "todo eso y más".


Pensábamos que Cheng, alias el chino, había alcanzado su clímax de enganche hacia el juego del caballo volador, pero no, el caballo fue solo el principio. Cierto es que antes de conseguir ese valioso engendro virtual Cheng ya se llevaba la comida para su escritorio y comía en él al mismo tiempo que sobrevolaba el mundo con el protagonista de la entrada anterior, pero aún así, dentro de lo que podíamos catalogar como algo "no normal", pues había una normalidad que permitía preguntarnos entre nosotros "¿qué estará haciendo Cheng ahora?", teniendo como respuesta más probable "jugando al Warcraft" pero sin ser ésta una respuesta de garantías. Pues bien, hemos llegado al momento en el que hacer la pregunta ya no tiene sentido.

Gracias al poder quitarnos de encima la intriga de qué haría Cheng en nuestra ausencia pues decidimos emprender un viaje a Florencia sin preocupaciones, dejando todo atado y bien atado en el establo del Warcraft.

Después de 2 horas de tren nos plantamos en Firenze. La ciudad está bastante bien la verdad, incluso podríamos adjetivarla como bonita, adjetivo que ganaría en potencia si la ciudad contara con mar, con un barrio semejante a Peña Moa, y con una Torre de Hércules por allí en medio. Dada la circunstancia de que no cuenta con estos 3 elementos claves para bautizar a una ciudad como referente estético mundial, pues vamos a dejarlo en ciudad bonita con flechita p'arriba.

Estuvimos 2 días allí, pasando su correspondiente noche en una habitación cedida por "Freda Lucia" y su marido. Ojo, no un marido cualquiera. Os cuento.

Nosotros teníamos apuntada una dirección de "Freda Lucia" y allí nos dirigimos. Llegamos y un hombre de unos 70 y largos nos recibió diciéndonos que "Freda Lucía" era unos portales más allá, que lo acompañásemos. La primera impresión fue la de estar delante de un señor un tanto acabado físicamente, impresión que desaparecería al iniciar el trayecto hacia "Freda Lucia".

Posiblemente aquella fue la última vez que ese señor hizo aquella cosa, no porque no quisiera volver a hacerla, sino porque sinceramente dudo de que sea capaz de volverla a hacer. No sé si lo hizo por impresionarnos o cuál fue la motivación de dicho acto, pero el caso es que fue bajar el escalón del portal y emprender un ataque al nivel del mejor Marco Pantani. Había que hacer un esfuerzo realmente grande para seguir el ritmo de aquel caballero, esfuerzo que hicimos ganándonos la recompensa de conocer a Freda Lucía, la cual nos presentaría la habitación. Nunca volvimos a ver al señor. Es posible que Freda Lucía tampoco.

Después de pasear por Florencia y apreciar sus cosas bonitas durante dos días, cogimos el tren de vuelta a Perugia, coincidiendo en él con una neozelandesa que intentaba explicarle a una italiana dónde estaba su país dibujándoselo en una libreta.

Llegamos a casa y Cheng, alias el chino, estaba cabalgando su caballo volador por los cielos del Warcraft. Después de contarle brevemente cómo nos había ido en el viaje él retomó camino a su habitación para continuar con su deporte favorito, la equitación, y nosotros nos pusimos a jugar al tenis de mesa.

Luego de unas horas decidimos preguntarle a Cheng si no llevaba ya mucho tiempo jugando al ordenador, a lo que él respondió con rotundidad "sí, y vosotros al ping-pong".

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