Te
despiertas pese a no escuchar la alarma. Está puesta para las once. Miras el
reloj del móvil. Son las diez. Aún te queda una hora para seguir durmiendo. Una
hora que, si tú quieres, puedes alargar en dos o tres más ante lo vacía que
está tu agenda para esa mañana sólo pulsando posponer una vez que comience a sonar el teléfono. Aún sabiendo
esto, has programado el despertador porque sabes que ella a esa hora ya estará
levantada.
No lo
tienes claro, de hecho llevas sin tenerlo claro desde hace demasiado tiempo, y
ya has llegado a la conclusión de que demasiado es tiempo de más. Hay que hacer
algo. No puedes seguir así. Antes de ayer te prometiste que al día siguiente
tomarías medidas, pero al final ayer decidiste dejarlo para hoy, así que hoy es
el día. No te puedes echar atrás. En un ataque de locura, o de fortaleza
mental, después de mirar la hora dejas el móvil sobre la mesilla sin abrir el
Whatsapp, acto que te hubiera proporcionado una información que deseas saber
pero que has decidido no querer saberla y, orgulloso de ti, continúas
durmiendo.
Las
once. La canción de Misión Imposible
te da los buenos días. Te levantas, coges el móvil, apagas esa melodía que
llevas semanas con la intención de cambiar, te metes el teléfono en el bolsillo,
te diriges a la cocina, no sin antes pasar por el baño, y comienzas a
prepararte el desayuno.
Dos
minutos esperando a que la leche se caliente en el microondas es una eternidad.
Sacas el móvil y abres el Whatsapp. Última
vez hoy a las 4:37, aún no está despierta. ¿Con quién estaría hablando
hasta tan tarde? A ti, cuando le dijiste que te acostabas a eso de las dos de
la mañana, te respondió que ella también se iba a dormir en breves. En breves
no son dos horas y media, piensas. Da igual. Vuelves a guardar el móvil sin
hablarle. No le hablas porque está
durmiendo y porque hoy es el día. Hoy le toca a ella hablarte a ti. Se acabó. Siempre
eres tú el que habla primero.
Hace
diez minutos que terminaste de desayunar y el móvil, de repente, comienza a vibrar.
Lo coges, realmente sin demasiado entusiasmo, y verificas lo que sospechabas,
que han hablado tus amigos por la conversación grupal que tenéis. Ya puestos
decides mirar si ella sigue durmiendo. Y sí, sigue, como para no seguir,
acostándose a esas horas. Vuelves a pensar con quién estaría hablando hasta tan
tarde. Dejas el móvil donde estaba y te prometes no volver a tocarlo, hoy es el
día, cuando se despierte verá que has estado en línea y que no le has hablado, por lo tanto esperarás a que ella
te hable, y si no lo hace pues tú tampoco lo harás y, además, te habrá dejado
todo claro, el interés sólo lo tienes tú.
No
duras ni veinte minutos sin volver a coger el móvil. Última vez hoy a las 11:25, hace cinco minutos. Enfadado, aunque
autoconvenciéndote de que te da igual, dejas el móvil donde estaba, sin
hablarle, porque hoy le toca a ella, y continúas viendo la televisión, que es
lo que estabas haciendo.
No
puedes dejar de pensar en que no te ha hablado y a los pocos minutos no te
resistes a coger el teléfono, vuelves a abrir el Whatsapp y ves que está en línea. Esperas con su conversación
abierta, leyendo las buenas noches que le deseaste ayer, continúas esperando,
ella sigue en línea, deseas que en su
lugar aparezca escribiendo…, pero en
cambio lo que aparece es última vez hoy a
las 11:36. La mandas a tomar por culo interiormente, aunque a ti, realmente,
te da igual que no te hable, o eso quieres creer, y depositas el celular de
nuevo sobre la mesa, acogiendo tú una postura en el sofá como dando a entender
que no tienes pensado moverte más en lo que queda de día, ni para volver a
coger el móvil que te queda ya a un metro de tu brazo sin estirar y a escasos
centímetros de éste en el caso de que lo estires. Pero, aún así, tú das a entender
que con esa postura se acabó el volver a coger el teléfono.
A los
cinco minutos vuelve a vibrar el móvil y, después de pensarlo durante diez
segundos, decides cogerlo alegando que van a ser tus amigos los que hablan por
el grupo de Whatsapp y que ellos no tienen culpa. Así es, son ellos diciendo
todo tipo de tonterías. Tonterías que ya se han convertido en el santo y seña
de vuestras charlas por Whatsapp, y tú decides entrar en el coloquio diciendo
simplemente nada, que es, básicamente, lo que estaban diciendo tus amigos en
una conversación que, aún así, a ti te gusta presenciar.
Entras
en un palique sin sentido con ellos y, en un momento dado, ese palique goza de
una pausa, la cual te anima a entrar en
la conversación de ella para ver si se ha conectado o, por el contrario,
continúan las 11:36 como última conexión. Qué iluso, pensar que continuarían
las 11:36. Su última conexión es de hace
dos minutos pero, mientras lo miras, ella se pone en línea. Esperas para ver si logras ver el ansiado escribiendo…, pero pronto aparece última vez hoy a las 11:58. Te quedas
con cara de imbécil durante unos cinco segundos y lo haces, te llamas payaso,
calzonazos, arrastrado, y le hablas. Le hablas al mismo tiempo en el que tu
móvil empieza a sonar en tus manos al son de Misión Imposible, y es que antes no apagaste la alarma, le diste a
posponer.
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