jueves, 11 de octubre de 2012

Perugia II - Cheng alias "el chino"

El viaje A Coruña-Perugia no tuvo muchas complicaciones, la verdad. Es digno de destacar los 5 euros que me cobraron en Barajas por un mísero bocadillo, pero por lo demás todo se desarrolló dentro de lo relativamente esperado.

Algo que me llamó la atención es que en Roma no hay negros que venden Kleenex en los semáforos, aquí se ofrecen a limpiarte el parabrisas a cambio de una recompensa económica.


Pasaron unas horas, 4 de bus concretamente, y llegamos a Perugia. Nos vimos obligados a coger un taxi que nos llevara, tanto a nosotros como a nuestras maletas, al Collegio Favarone. Quedaba en el 5º pino, lo cual no es un problema si es un pino al que se puede acceder con facilidad, pero no era el caso. Dejando a un lado la media hora de intensa subida que había desde la residencia hasta el centro de Perugia, zona donde se encuentra nuestra facultad, fueron las condiciones del trayecto en sí lo que nos hizo decidir que vivir allí era algo inviable. La oscuridad del camino debido a la escasez de farolas, y la ausencia de casas bajo las que protegerse en caso de lluvia, nos hizo entender que aquello no podía ser y que había que encontrar un sitio alternativo.

Un lucense que estudiaba en Ferrol estaba más perdido que nosotros. El destino fue caprichoso. Lo conocimos en la puerta del ORI, se fue, nos lo encontramos media hora después de camino a hacer el carnet universitario, se fue, y posteriormente nos lo volvimos a encontrar a la hora de comer en el comedor. Se sentó con nosotros y se fraguaron los planes para irnos a vivir juntos. Así fue. Rápido y conciso.

Después de barajar diferentes opciones nos decantamos por un piso de 4 habitaciones. Teníamos la misión de encontrar una 4ª persona que ocupase el cuarto vacío. No pedíamos mucho, sólo tenía que ser chica e italiana.

Nos pusimos manos a la obra y comenzamos a poner anuncios en toda página web italiana especializada en pisos y ese tipo de cosas.

Debido al intenso proceso de selección tardó en llegar la primera pretendienta. Parecía muy interesada en el piso, y se fue con una gran sonrisa diciendo que nos avisaría dentro de poco. Estábamos entusiasmados, entusiasmo que desapareció cuando horas después nos dijo que se había quedado con otro piso, pero que ya nos llamaría para tomar un café.

Pasaron un par de días y ante la imposibilidad de concertar una visita de otra italiana decidimos bajar el listón y aceptar la de un italiano. Era un triste, un amargado, un italiano reprimido o deprimido, no sé. El caso es que entró con aires de superioridad sin darse cuenta de que era un personaje patético. Vio su habitación y se fue con un "os aviso esta semana con mi decisión". Aún estamos esperando, gracias a Dios. Menudo julay.

Los días pasaban y las visitas no llegaban. De repente un email de una china nos llegó. Tenía intención de ver el piso y dijo que nos llamaría para concretar la hora. Estábamos emocionados. No era italiana, pero bueno, era china. Sonó el teléfono y una voz de hombre se escuchó. La china se había convertido en un chino. Un error de lectura en el email hizo que hubiésemos concertado la visita de un chino. Llegó con una sonrisa en la boca acompañado de otro chino, entró en la habitación, miró hacia los lados durante un par de segundos y dijo "pelfeto". Sacó la cartera, la abrió, un billete de 500, varios de 50, nosotros perplejos, empezó a sacar billetes de 50, nos los dio como reserva, y se fue con un "ciao amici". La visita duró aproximadamente 4 minutos. No vio ni el baño. Su determinación y poder económico hizo que nos pareciese bien la idea de tener a un asiático en casa.

Pasados unos días, Cheng, alias "el chino", desembarcó en nuestro piso con 4 maletas, 5 bolsas más grandes que las maletas, y otras tantas bolsas de tamaño más reducido. Durante unos instantes pensamos que el piso se vendría abajo ante tanto peso ocasionado por su equipaje, pero no, el piso resistió y hoy, 11 de octubre de 2012, somos felices.

2 comentarios:

  1. queremos ver al chino muerto hijos puta

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    1. El chino vivirá, y agradecería que no se suplantara la identidad de otras personas a la hora de poner comentarios. Gracias.

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