lunes, 26 de agosto de 2013

El Whatsapp

Te despiertas pese a no escuchar la alarma. Está puesta para las once. Miras el reloj del móvil. Son las diez. Aún te queda una hora para seguir durmiendo. Una hora que, si tú quieres, puedes alargar en dos o tres más ante lo vacía que está tu agenda para esa mañana sólo pulsando posponer una vez que comience a sonar el teléfono. Aún sabiendo esto, has programado el despertador porque sabes que ella a esa hora ya estará levantada.


No lo tienes claro, de hecho llevas sin tenerlo claro desde hace demasiado tiempo, y ya has llegado a la conclusión de que demasiado es tiempo de más. Hay que hacer algo. No puedes seguir así. Antes de ayer te prometiste que al día siguiente tomarías medidas, pero al final ayer decidiste dejarlo para hoy, así que hoy es el día. No te puedes echar atrás. En un ataque de locura, o de fortaleza mental, después de mirar la hora dejas el móvil sobre la mesilla sin abrir el Whatsapp, acto que te hubiera proporcionado una información que deseas saber pero que has decidido no querer saberla y, orgulloso de ti, continúas durmiendo.

Las once. La canción de Misión Imposible te da los buenos días. Te levantas, coges el móvil, apagas esa melodía que llevas semanas con la intención de cambiar, te metes el teléfono en el bolsillo, te diriges a la cocina, no sin antes pasar por el baño, y comienzas a prepararte el desayuno.

Dos minutos esperando a que la leche se caliente en el microondas es una eternidad. Sacas el móvil y abres el Whatsapp. Última vez hoy a las 4:37, aún no está despierta. ¿Con quién estaría hablando hasta tan tarde? A ti, cuando le dijiste que te acostabas a eso de las dos de la mañana, te respondió que ella también se iba a dormir en breves. En breves no son dos horas y media, piensas. Da igual. Vuelves a guardar el móvil sin hablarle.  No le hablas porque está durmiendo y porque hoy es el día. Hoy le toca a ella hablarte a ti. Se acabó. Siempre eres tú el que habla primero.

Hace diez minutos que terminaste de desayunar y el móvil, de repente, comienza a vibrar. Lo coges, realmente sin demasiado entusiasmo, y verificas lo que sospechabas, que han hablado tus amigos por la conversación grupal que tenéis. Ya puestos decides mirar si ella sigue durmiendo. Y sí, sigue, como para no seguir, acostándose a esas horas. Vuelves a pensar con quién estaría hablando hasta tan tarde. Dejas el móvil donde estaba y te prometes no volver a tocarlo, hoy es el día, cuando se despierte verá que has estado en línea y que no le has hablado, por lo tanto esperarás a que ella te hable, y si no lo hace pues tú tampoco lo harás y, además, te habrá dejado todo claro, el interés sólo lo tienes tú.

No duras ni veinte minutos sin volver a coger el móvil. Última vez hoy a las 11:25, hace cinco minutos. Enfadado, aunque autoconvenciéndote de que te da igual, dejas el móvil donde estaba, sin hablarle, porque hoy le toca a ella, y continúas viendo la televisión, que es lo que estabas haciendo.

No puedes dejar de pensar en que no te ha hablado y a los pocos minutos no te resistes a coger el teléfono, vuelves a abrir el Whatsapp y ves que está en línea. Esperas con su conversación abierta, leyendo las buenas noches que le deseaste ayer, continúas esperando, ella sigue en línea, deseas que en su lugar aparezca escribiendo…, pero en cambio lo que aparece es última vez hoy a las 11:36. La mandas a tomar por culo interiormente, aunque a ti, realmente, te da igual que no te hable, o eso quieres creer, y depositas el celular de nuevo sobre la mesa, acogiendo tú una postura en el sofá como dando a entender que no tienes pensado moverte más en lo que queda de día, ni para volver a coger el móvil que te queda ya a un metro de tu brazo sin estirar y a escasos centímetros de éste en el caso de que lo estires. Pero, aún así, tú das a entender que con esa postura se acabó el volver a coger el teléfono.

A los cinco minutos vuelve a vibrar el móvil y, después de pensarlo durante diez segundos, decides cogerlo alegando que van a ser tus amigos los que hablan por el grupo de Whatsapp y que ellos no tienen culpa. Así es, son ellos diciendo todo tipo de tonterías. Tonterías que ya se han convertido en el santo y seña de vuestras charlas por Whatsapp, y tú decides entrar en el coloquio diciendo simplemente nada, que es, básicamente, lo que estaban diciendo tus amigos en una conversación que, aún así, a ti te gusta presenciar.


Entras en un palique sin sentido con ellos y, en un momento dado, ese palique goza de una pausa, la cual  te anima a entrar en la conversación de ella para ver si se ha conectado o, por el contrario, continúan las 11:36 como última conexión. Qué iluso, pensar que continuarían las 11:36. Su última conexión  es de hace dos minutos pero, mientras lo miras, ella se pone en línea. Esperas para ver si logras ver el ansiado escribiendo…, pero pronto aparece última vez hoy a las 11:58. Te quedas con cara de imbécil durante unos cinco segundos y lo haces, te llamas payaso, calzonazos, arrastrado, y le hablas. Le hablas al mismo tiempo en el que tu móvil empieza a sonar en tus manos al son de Misión Imposible, y es que antes no apagaste la alarma, le diste a posponer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario