sábado, 20 de octubre de 2012

Perugia III - Las chicas de enfrente

Un mes después aún no le he cogido el tranquillo. No sé si es mejor de una en una, de dos en dos, con la derecha una y con la izquierda dos, con la izquierda una y con la derecha dos... Han conseguido que me concentre más en cómo subir estas escaleras que en el cansancio originado por la exagerada acumulación de ellas.


No tienen sentido. No avanzas. La sensación que tienes cuando las utilizas es que eres imbécil. Estamos hablando de unas escaleras que con facilidad abarcan un espacio de 50 metros en línea recta. Espacio que acortarían a la mitad si doblasen o incluso triplicasen la altura de sus escalones. Los escalones son tan sumamente bajos que si no tienes la sensación de que bajas es porque después de 1 minuto puedes comprobar que has subido un par de metros.

A día de hoy no le encontré la finalidad. Es posible que físicamente canse menos, no lo sé. También puede ser que al tener un grado de inclinación menor en caso de caída la aceleración se vea disminuida con respecto a escaleras convencionales, algo que tampoco sé si es el objetivo. Entre cuesta y escaleras, ...cuesta, siempre cuesta. 

Por suerte nuestra calle, Corso Garibaldi, es una cuesta de poca pendiente. Si llegan a tener esas escaleras posiblemente no tendría el ambiente tan activo que contiene. 

Por ejemplo, las 2 peleas que hemos visualizado ya serían inviables, o por lo menos su duración se vería disminuida ante la más que probable caída a rolos, con aceleración reducida eso sí, de uno de los integrantes de la misma.

Al haber fracasado en el intento de conseguir una compañera de piso italiana en Corso Garibaldi, pues hemos buscado alternativas que tapasen lo máximo posible dicho fracaso.

Era una tarde nublada de octubre. La lluvia amenazaba con aparecer de nuevo al igual que lo había hecho aquella mañana. No teníamos muchas esperanzas de que un plan interesante se desarrollase en las siguientes horas, pero en un momento dado visualizamos en la ventana de enfrente un cartelito colgado que ponía "hola chicos". Después de varios folios gastados en responder y preguntar citamos un encuentro esa misma tarde.

Eran tres italianas, de las cuales eran dos las que vivían en el piso situado enfrente al nuestro. Posiblemente si estas chicas fueran españolas aquella sería la primera y última vez que compartiríamos espacio y tiempo, pero como uno de los objetivos era aprender el italiano pues hicimos el esfuerzo.

Días después fueron invitadas a nuestra casa para intentar que la relación se consolidase y poder así practicar el italiano con mayor frecuencia. La invitación fue aceptada y aparecieron unos cuantos minutos después de la hora citada. Todo fue bien. Las dos horas de clase de italiano fueron más productivas que dos días enteros hablando con Cheng.

Esta maniobra se reprodujo unos días después con su correspondiente clase de italiano, esta vez una hora más larga, por lo que podemos decir que equivale a 3 días hablando con Cheng.

No pretendo engañar a nadie. Uno de los objetivos quedando con las vecinas es aprender italiano, pero al mismo tiempo me niego a pensar que las feas no tengan amigas.

3 comentarios:

  1. katanga no es lo mismo sin ti....

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    1. Perugia sin ti sí, aunque sin saber quien eres te diré que contigo sería mejor.

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  2. "Uno de los objetivos quedando con las vecinas es aprender italiano, pero al mismo tiempo me niego a pensar que las feas no tengan amigas."
    Eres un grande

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