miércoles, 22 de abril de 2015

Londres V - Llegó el día y llegó el show

Viernes, 17 de abril. Son las 16:00 y la plantilla del restaurante se encuentra a la espera de que aparezca el manager para poder así comenzar una reunión de la que se desconoce su contenido, pero de la que se sabe que no ha sido convocada para llamarnos guapos e inteligentes.


Varios minutos después de la hora acordada aparece el manager con papeles en la mano, seguido de la submanager, la general manager, las dos supervisoras de camareros y otro supervisor más del cuyo cargo desconozco el nombre. Se sientan en una mesa y nos sitúan a todos los demás enfrente de ellos tras una hilera de mesas colocadas para la ocasión. Yo, por casualidad, me veo sentado en uno de los extremos de esta hilera rodeado de los hispanohablantes del restaurante. Extremo que, con el paso de la reunión, podría ser denominado como el lado oscuro de la misma.

El manager comienza su intervención en portugués mandando a uno de sus colaboradores que, tras un determinado número de frases, elabore la traducción al inglés de todo lo que él había dicho. Esta parafernalia dura un máximo de tres intervenciones, tras las cuales, y sin previo aviso, se acaban las traducciones y el discurso pasa a producirse de forma alterna en inglés y en portugués. 

Cosas como hay que ser más rápido, hay que prestar más atención a las mesas, o hay que ser más agradables con ellas, son las expuestas por el manager durante su intervención, llegando incluso a señalar delante de todos a la gente implicada por sus reproches. Reproches, reproches y más reproches, fueron la seña de identidad de su primera intervención, tras la cual dio la palabra a sus asesores.

Digna de destacar es la intervención de una de las supervisoras de camareros, la cual un mes antes, y siendo todavía camarera, era la primera que se quejaba de las formas utilizadas por el manager para corregir o recriminar cosas, hasta el punto de llegarme a decir que a punto estuvo de llorar en una ocasión. Y digo que esta intervención es digna de destacar porque teniendo en cuenta esto es incomprensible que cuando le otorgan la palabra una de las cosas que haga sea justificar las formas utilizadas por el manager cuando se dirige a sus empleados. "Es duro porque tiene que ser duro" fueron literalmente sus palabras.

Yo permanecía callado y tranquilo, sentado en mi silla y ayudando a traducir al castellano lo que se estaba diciendo en inglés a mis compañeros que tenía a mi alrededor y que no eran capaces de entender en diferentes situaciones lo que se estaba diciendo. Algunas veces cosas que iban directamente dirigidas a ellos y que necesitaban entender para poder contestar, como así hicieron en ocasiones puntuales entrando en pequeñas disputas con el emisor del mensaje.

Pero entonces, la submanager, hizo referencia a los lloros que una compañera mía había exteriorizado un par de semanas atrás debido a la mala gestión que el restaurante hace sobre todos los temas personales que ocurren en él. Algo como "más trabajar y menos llorar" fue lo que dijo. A lo que mi compañera, sentada a mi lado, negó con la cabeza aclarando que no le parecía bien lo que se estaba diciendo. Gesto visto por el manager y que le incitó a ponerse como un loco y a atacar a esta compañera mía acusándola de falta de respeto y de ya no sé qué más. Viendo el panorama, y viendo que estaban a punto de hacer llorar a mi compañera, y por qué no decirlo, amiga aquí en Londres, decidí intervenir yo.

No recuerdo todas y cada una de las cosas que dije y me dijo el manager, pero intentaré reproducir lo mejor que pueda lo que sucedió.

-Hola, yo si no os importa voy a intervenir ahora. Voy a hablar en castellano porque, al igual que vosotros habláis en portugués porque os es más cómodo, para mí también es más cómodo hablar castellano. Aún así, si no entendéis algo me paráis y os lo explico en inglés -el manager me miraba y asentía con la cabeza-. Yo no tengo papeles aquí delante ni a seis asesores a mi alrededor que me apoyen en mi discurso pero, aún así, voy a decirte lo que pienso. Nos exiges que prestemos más atención a las mesas, que seamos más agradables con ellas,... pero te diré que es un poco complicado hacer eso cuando cinco minutos antes nos has estado gritando, ya que estaremos más pendientes de tus gritos el resto del día, y de las consecuencias que pueden tener, que de atender correctamente a las mesas.

-¡Mira, esto es una casa brasileña y aquí se habla portugués, por lo que si quiero hablar portugués hablo portugués! -me contestó a grito pelado después de una intervención bastante calmada por mi parte.

Sus gritos injustificados hicieron que yo perdiese totalmente el tono de la conversación entrando en un cuerpo a cuerpo de una forma en la que no debería.

-El que no entendiste nada fuiste tú. Pero no entendiste absolutamente nada. ¡Absolutamente! -le contesté en el mismo tono que él estaba utilizando-. Porque yo no dije en ningún momento nada de que no pudieras hablar portugués. Dije que iba a hablar castellano porque me era más cómodo pero que si no entendíais algo os lo decía en inglés. Solamente dije eso y tú te pones como un loco al respecto.

-¡No, tú no entendiste nada! Esto va de dinero. Yo tengo que deciros cuando hacéis mal algo porque es la única manera de que no lo volváis a hacer -contestó babeando de lo fuera de sí que estaba mientras el resto de la reunión, flipando, atendía al espectáculo.

-Pero es que yo no he dicho en ningún momento que no corrigieses a la gente, es más, por mí como si corriges mil veces más de lo que corriges. A mí la cantidad me da igual, yo me estoy metiendo con tus formas, que no sabes corregir a la gente. Que yo dejaré de hacer eso que hago mal cuando pueda centrarme en dejar de hacerlo y no en los gritos que tú me estás pegando.

-Ya, pero es que aquí cometéis los mismos errores treinta veces. Qué tengo que hacer, ¿no decir nada? 

-Y dale, que por mí como si dices ochenta veces más de lo que dices, que me estoy metiendo con tus formas no con las veces. Que por cierto, ¿aquí va a haber algún tipo de autocrítica? Porque nos metes palos a todo Dios pero aún no escuché nada a cerca de las cosas que vosotros hacéis mal.

-Pues claro que hay autocrítica en esta reunión.

-Ah bueno, entonces me espero al final de ella porque lo que es evidente es que todavía no ha llegado.

-Mira, este no es el sitio para discutir esto. Espero que esto mismo que me estás diciendo ahora me lo digas luego en el despacho -me dijo cerrando la discusión.

-Sin problema -contesté.

Dos horas después me llaman para que suba al despacho del manager. Dentro estaban el manager, la submanager, la general manager y una de las supervisoras de camareros. Cuatro contra uno, y eso se ponía interesante.

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