-Ya hemos llegado Miguel, éste es su cuarto –le dijo
Leonardo, el conserje, cediéndole el paso.
Miguel, tras posar las maletas en el suelo, se
acercó a la ventana a observar el paisaje que se podía apreciar desde la altura
en la que se encontraba la habitación. Después de ver la inmensa llanura que
rodeaba al edificio volvió a escuchar la voz de Leonardo.